Diez tesis sobre el trabajo del presente
(y el futuro del trabajo)**
El siglo XX y la era de la degradación del trabajo
en la sociedad del automóvil
El siglo XX, ya ido, puede ser señalado como el siglo del automóvil. se
trataba de una producción cronometrada, con ritmo controlado, pro-
ducción homogénea, que buscaba que, como dijo Ford, la opción del
consumidor fuese escoger entre un auto Ford, color negro, modelo T u
otro auto Ford, color negro, modelo T. la línea de montaje, concebida
en ritmo seriado, rígido y parcelado, generó una producción en masa,
que objetivaba la ampliación del consumo también en masa, por ope-
rarios cuyos salarios también fueron incrementados.
Esta materialidad productiva que se desparramó hacia el mun-
do industrial y de servicios (hasta McDonald’s nació bajo este signo)
tuvo como corolario la genial descripción de chaplin: la degradación
del trabajo unilateral, estandarizado, parcelado, fetichizado, cosifcado
y maquinal. animalizado (el “gorila amaestrado” del que hablaba ta-
ylor), masifcado, sufriendo hasta el mismo control de su sexualidad
por el emprendimiento taylorista y fordista.
* profesor titular de sociología del trabajo en la universidad de campinas (uni-
caMp). autor de Los sentidos del trabajo 2005 (buenos aires: Herramienta) y ¿Adiós
al trabajo? 2003 (buenos aires: Herramienta), entre otros libros.
** traducción de aldo casas.El mundo del trabajo en América Latina
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Ricardo Antunes
aunque el trabajo era reglamentado y contratado, su degradación
en la sociedad taylorizada y fordizada estaba estampada en la meca-
nización, precarización, manualización, desantropomorfzación y, en
el límite, alienación.
Este fue el cuadro dominante hasta el inicio de los años setenta,
cuando ocurrió la crisis estructural del sistema productivo que, de
cierto modo, se prolonga hasta los días de hoy, visto que el vasto y glo-
bal proceso de reestructuración productiva todavía no cerró su ciclo.
pues bien, con todos estos cambios se mostró que la empresa ta-
ylorista y fordista ya había cumplido su trayectoria. se trataba, enton-
ces, de implementar nuevos mecanismos y formas de acumulación,
capaces de ofrecer respuestas al cuadro crítico que se diseñaba, es-
pecialmente a partir de la eclosión de las luchas sociales de 1968, en
Francia, o del “octubre caliente” de italia de 1969, las cuales objetiva-
ron el control social de la producción.
Fueron varias las experiencias ensayadas por el capital en su pro-
ceso de reestructuración: en Kalmar (suecia); en el norte de italia, con
la llamada “tercera italia”; en california (Estados unidos); en el rei-
no unido; en alemania y en otros diversos países y regiones, siendo
el experimento toyotista de Japón el más expresivo de todos. para los
capitales se trataba, por consiguiente, de garantizar la acumulación
de modo cada vez más fexible. De allí la gesta de la llamada empresa
fexible o lioflizada.
Esta transformación estructural tuvo fuerte impulso después de
las victorias del neoliberalismo, cuando un nuevo recetario, un nuevo
diseño ideopolítico se presentó como alternativa de dominación en
sustitución al welfare state. se comenzaba a expandir otra pragmáti-
ca que se articuló íntimamente con la reestructuración productiva en
curso a escala global.
La ingeniería de la liofilización en el
microcosmos de la producción
Esta reestructuración productiva se fundamentó en lo que el ideario
dominante denominó como lean production, esto es, la empresa des-
grasada, la empresa moderna, la empresa que constriñe, restringe, cohí-
be, limita el trabajo vivo, ampliando la maquinaria tecnocientífca que
Marx denominara “trabajo muerto”. Y que rediseñó la planta producti-
va de un modo bastante distinto al del taylorismo-fordismo, reducien-
do enormemente la fuerza de trabajo viva y ampliando intensamente
su productividad. reterritorializando y también desterritorializando el
mundo productivo. El espacio y el tiempo se convulsionaron.
El resultado está en todas partes: desempleo explosivo, precari-
zación estructural del trabajo, rebajas salariales, pérdida de derechos,
etcétera. se verifca la expansión de aquello que Juan castillo bautizó
como “lioflización organizacional”: un proceso en el cual las sustan-
cias vivas son eliminadas, puesto que el trabajo vivo es crecientemente
sustituido por el trabajo muerto (castillo, 1996).
En esta nueva empresa lioflizada, es necesario un nuevo tipo
de trabajo, un nuevo tipo de lo que antes se llamaba trabajadores y
actualmente los capitales denominan, místicamente, colaboradores.
¿cuáles son los contornos de este nuevo tipo de trabajo?
éste debe ser más polivalente, multifuncional, lo que es distinto
del trabajo que se desarrollaba en la empresa taylorista y fordista. El
trabajo que cada vez más buscan las empresas, ya no es aquel que se
basaba en la especialización taylorista y fordista, sino el que foreció
en la fase de desespecialización multifuncional, del trabajo multifun-
cional, que en verdad expresa la enorme intensifcación de los ritmos,
tiempos y procesos del trabajo. Y esto ocurre tanto en el mundo indus-
trial como en el de los servicios, por no hablar de los agronegocios,
que soterran la tradicional división entre los sectores agrícola, indus-
trial y de servicios.
además de operar por medio de varias máquinas, en el mundo
del trabajo hoy presenciamos también la ampliación del trabajo inma-
terial, realizado en las esferas de la comunicación, la publicidad y el
marketing, propias de la sociedad de los logos, de las marcas, de lo sim-
bólico, de lo que involucra y de lo superfuo, de lo informacional. Es lo
que el discurso empresarial llama sociedad del conocimiento, presente
en la identifcación de nike, en la concepción de un nuevo software de
Microsoft, en el modelo nuevo de benetton, que resultan de la labor
inmaterial que, articulada e injerta en el trabajo material, expresan las
formas contemporáneas del valor (antunes, 2003 y 2005a).
los servicios públicos, como los de salud, energía, educación, te-
lecomunicaciones, jubilación, etcétera, también sufrieron, como no
podía ser de otra manera, un notable proceso de reestructuración y se
subordinaron a la máxima de la mercantilización que viene afectando
fuertemente a los trabajadores del sector estatal y público.
El resultado parece evidente: se intensifcan las formas de extrac-
ción de trabajo, se amplían las tercerizaciones, las nociones de espa-
cio y de tiempo también fueron metamorfoseadas y todo eso cambia
mucho el modo en que el capital produce las mercancías, sean ellas
materiales o inmateriales, corpóreas o simbólicas. Donde había una
empresa concentrada se la puede sustituir por varias pequeñas unida-
des interligadas por la red, con un número mucho más reducido de
trabajadores, que producen muchas veces más. aforan el trabajo de
la telemática, el trabajo conectado en red, el trabajo en la casa, etcé-
tera, con las más distintas formas de precarización (Huws, 2003). las El mundo del trabajo en América Latina
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Ricardo Antunes
repercusiones en el plano organizativo, valorativo, subjetivo e ideopo-
lítico del mundo del trabajo son por demás evidentes.
El trabajo estable se torna, entonces, (casi) virtual. Estamos vi-
viendo, por lo tanto, la erosión del trabajo contratado y reglamentado
dominante en el siglo XX y vemos su sustitución por las tercerizacio-
nes, por gran parte de las fexibilizaciones, por las formas de trabajo
part-time, por las diversas formas de emprendedorismo, cooperativis-
mo, trabajo voluntario, tercer sector, etcétera, de aquello que luciano
Vasapollo denominó “trabajo atípico” (Vasapollo, 2005).
El ejemplo de las cooperativas tal vez sea todavía más elocuen-
te, dado que originalmente ellas nacieron como instrumento de lucha
obrera contra el desempleo y el despotismo del trabajo. Hoy, por el
contrario, los capitales vienen creando falsas cooperativas, como for-
ma de precarizar todavía más los derechos del trabajo. las cooperati-
vas patronales tienen, pues, un sentido opuesto al proyecto original de
las cooperativas de trabajadores, puesto que son verdaderos empren-
dimientos para destruir derechos y aumentar aún más las condiciones
de precarización de la clase trabajadora. similar es el caso del em-
prendedorismo, que cada vez más se confgura como una forma oculta
de trabajo asalariado y que permite la proliferación, en el escenario
abierto por el neoliberalismo y por la reestructuración productiva, de
las distintas formas de fexibilización salarial, de horario, funcional u
organizativa.
En este marco de precarización estructural del trabajo es que los
capitales globales están exigiendo a los gobiernos nacionales el des-
monte de la legislación social protectora del trabajo. Y fexibilizar di-
cha legislación signifca aumentar aún más los mecanismos de extrac-
ción de plustrabajo, ampliar las formas de precarización y destrucción
de los derechos sociales que fueron arduamente conquistados por la
clase trabajadora desde el inicio de la revolución industrial en ingla-
terra, y especialmente post-1930 (tomando el caso brasileño). Y todo
eso en plena era del avance tecnocientífco, con el desmoronamiento
de tantas (infundadas) esperanzas optimistas pues, en pleno avance
informacional, se amplía el mundo de la informalidad.
La era de la informatización y la época
de la informalización del trabajo
Hay, entonces, otra contradicción que se evidencia cuando se mira ha-
cia la (des)sociabilidad contemporánea en el mundo del capital mun-
dializado y fnanciarizado: cuanto mayor es la incidencia del ideario
pragmático de la llamada empresa moderna, cuanto más racionalizado
es su modus operandi, cuanto más se empeñan en la implantación de
las competencias, de la cualifcación, de la gestión del conocimiento,
más intensos parecen pasar a ser los niveles de degradación del trabajo
(ahora, en el sentido de la pérdida de lazos y de la erosión de los regla-
mentos y convenios) para una parcela enorme de trabajadores/as.
En la cúspide tenemos trabajos ultracalifcados que actúan en el
ámbito informacional; en la base avanzan la precarización y el desem-
pleo, ambos estructurales. En el medio, la hibridez: el ultracalifcado
hoy puede estar desempleado o precarizado mañana. ambos están en
expansión en el mundo del capital global.
Y, al apropiarse de la dimensión cognitiva del trabajo, al apode-
rarse de su dimensión intelectual –rasgo crucial del capitalismo de
nuestros días– los capitales amplían las formas y los mecanismos aún
“más coactivos, renovando las formas primitivas de violencia, toda
vez que –paradójicamente, como dice alberto bialakowsky– al mismo
tiempo las empresas necesitan cada vez más de la cooperación o el
‘envolvimiento’ subjetivo y social del trabajador” (bialakowsky et al.,
2003). por lo tanto, en lugar del fn o la reducción de la relevancia de
la teoría del valor-trabajo, hay una cualitativa alteración y ampliación
de las formas y mecanismos de extracción del trabajo.
Es sintomático también el eslogan adoptado por toyota en su
unidad de takaoka: “Yoi kangae, yoi shina” (Buenos pensamientos sig-
nifcan buenos productos), fjado en la bandera que famea a la entrada
(bremner y Dawson, 2003). pero es bueno recordar que estos pro-
yectos de involucramiento, fexibilización, etcétera, terminan también
por encontrar resistencia entre los trabajadores, según se vio en la
protesta de 1.300 trabajadores del sistema de autocontratación (Japan
Press Weekly, 21 de febrero de 2004: 13).
no es casualidad tampoco que Manpower –símbolo de empleo
en los Estados unidos– diga que “construye asociaciones con clientes
en más de 60 países […] más de 400 mil clientes de los más diver-
sos segmentos, como comercio, industria, servicios y promoción. […]
Manpower está preparada para atender a sus clientes con servicios de
alto valor agregado, como contratación y administración de emplea-
dos temporarios; reclutamiento y selección de profesionales efectivos
para todas las áreas; programas de trainees y de grado; proyectos de
tercerización y servicios de contact center; administración de r.H.
(r.H. total) y contratación de profesionales con alto grado de especia-
lización (División Manpower profesional)” (Manpower brasil,
manpower.com.br>; énfasis propio).
se tiene entonces, como resultante, que el predominio de la razón
instrumental asume la forma de una enorme irracionalidad societal,
lo cual plantea un desafío fundamental y candente: la deconstrucción
de ese ideario y de esa pragmática es la condición para que la huma-
nidad y, por lo tanto, también el trabajo, puedan ser verdaderamente El mundo del trabajo en América Latina
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dotados de sentido, y puedan frenar el destructivo proceso de desan-
tropomorfzación del trabajo en curso desde el inicio de la revolución
industrial.
la constatación es fuerte: en plena era de la informatización del
trabajo, del mundo maquinal y digital, estamos conociendo la época
de la informalización del trabajo, de los tercerizados, precarizados,
subcontratados, fexibilizados trabajadores de tiempo parcial, del
subproletariado.
si en el pasado reciente de brasil solo marginalmente la clase
trabajadora padecía niveles de informalidad, hoy más del 50% se en-
cuentra en esa condición (entendida la informalidad en sentido am-
plio): desprovista de derechos, fuera de la red de protección social y
sin cartera de trabajo. Mayor desempleo, precarización exacerbada,
rebajamiento salarial acentuado, pérdida creciente de derechos. Este
es el diseño más frecuente de nuestra clase trabajadora, lo que antici-
pa un siglo XXi con alta temperatura también en las confrontaciones
entre las fuerzas sociales del trabajo social y la totalidad del capital
social global.
El siglo XXI: entre la perennidad y la
superfluidad del trabajo
otro movimiento pendular alcanza a la clase trabajadora: por un lado,
cada vez menos hombres y mujeres trabajan mucho, a un ritmo e in-
tensidad semejantes a la fase pretérita del capitalismo, durante la gé-
nesis de la revolución industrial, lo cual confgura una reducción del
trabajo estable heredado de la fase industrial que conformó el capita-
lismo del siglo XX.
Dado que, sin embargo, los capitales no pueden eliminar comple-
tamente el trabajo vivo, logran reducirlo en varias áreas mientras lo
amplían en otras, como se ve simultáneamente con la creciente apro-
piación de la dimensión cognitiva del trabajo y la paralela ampliación
del trabajo descalifcado y precarizado. aquí encontramos, pues, el
rasgo de perennidad del trabajo.
En el otro extremo del péndulo, cada vez más hombres y mujeres
encuentran menos trabajo y se desparraman por el mundo en busca
de cualquier labor, confgurando entonces una creciente tendencia a
la precarización del trabajo a escala global que va de los Estados uni-
dos al Japón, de alemania a México, de inglaterra a brasil, y que tie-
ne en la ampliación del desempleo estructural su manifestación más
virulenta. por ejemplo, china, país que crece a un ritmo perturbador,
dadas las muchas peculiaridades de su proceso de industrialización
hipertardía –que combina fuerza de trabajo sobrante e hiperexplotada
con maquinaria industrial-informacional en ágil y explosivo desen-
volvimiento– presenta un contingente proletario industrial que sufrió
reducciones en consonancia con el avance tecnocientífco en curso.
según Jeremy rifkin, entre 1995-2002 china perdió más de 15 millo-
nes de trabajadores industriales (rifkin, 2004). no es otro el motivo
por el cual el partido comunista chino y su gobierno se alarman ante
el salto de las protestas sociales, decuplicadas en los últimos años, cer-
canas a las 80 mil manifestaciones en el año 2005. procesos similares
ocurren también en la india y en tantas otras partes del mundo, como
así también en nuestra américa latina.
se reduce el trabajo taylorista-fordista de la era del automóvil,
pero se amplía el universo de la clase-que-vive-del-trabajo, lo que nos
remite a las formas contemporáneas del valor.
La ampliación del trabajo intelectual abstracto
y las nuevas formas del valor (las interconexiones
entre trabajo material y trabajo inmaterial)
con la conversión del trabajo vivo y el trabajo muerto a partir del mo-
mento en que, por el desarrollo de los softwares, la máquina infor-
macional pasa a desempeñar actividades propias de la inteligencia
humana, se puede presenciar lo que lojkine (1995) sugestivamente
denominó “objetivación de las actividades cerebrales en la maquina-
ria”: transferencia del saber intelectual y cognitivo de la clase trabaja-
dora hacia la maquinaria informatizada, que se convierte en lenguaje
de la máquina informacional a través de las computadoras, con lo
cual se acentúa la transformación del trabajo vivo en trabajo muerto.
se profundiza entonces la creciente imbricación entre trabajo
material e inmaterial, toda vez que se observa, en el mundo contem-
poráneo, además de la monumental precarización del trabajo antes
referida, una signifcativa expansión del trabajo dotado de mayor di-
mensión intelectual, que se da en las actividades industriales más in-
formatizadas así como en las esferas de los sectores de servicios o las
comunicaciones, entre tantas otras.
así, el trabajo inmaterial manifesta la vigencia en la esfera in-
formacional de la forma-mercancía: él es expresión del contenido in-
formacional de la mercancía, y denota las mutaciones del trabajo en
el seno de las grandes empresas y del sector de servicios, donde el
trabajo manual directo está siendo sustituido por un trabajo dotado
de mayor dimensión intelectual. trabajo material e inmaterial, en la
imbricación creciente que existe entre ambos, se encuentran por lo
tanto centralmente subordinados a la lógica de producción de mer-
cancías y de capital.
coincidimos plenamente con Jean Marie Vincent cuando afrma
que “la propia forma valor del trabajo se metamorfosea. Ella asume El mundo del trabajo en América Latina
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crecientemente la forma valor del trabajo intelectual-abstracto. la
fuerza de trabajo intelectual producida dentro y fuera de la produc-
ción es absorbida como mercadería por el capital que la incorpora
para dar nuevas cualidades al trabajo muerto. […] la producción ma-
terial y la producción de servicios necesitan crecientemente de inno-
vaciones, tornándose por esto cada vez más subordinadas a una pro-
ducción creciente de conocimiento que se convierte en mercaderías y
capital” (Vincent, 1993).
la nueva fase del capital en la era de la empresa desgrasada re-
transfere el savoir faire hacia el trabajo, pero lo hace apropiándose
crecientemente de su dimensión intelectual, de sus capacidades cog-
nitivas, intentando incluir más fuerte e intensamente la subjetividad
existente en el mundo del trabajo. pero el proceso no se limita a esta
dimensión: parte del saber intelectual es transferido hacia las máquinas
informatizadas que se tornan más inteligentes al reproducirlo; aunque,
como la máquina no puede eliminar cabalmente el trabajo humano,
se requiere de una mayor interacción entre la subjetividad que trabaja
y la nueva máquina inteligente. En este proceso, el involucramiento
interactivo aumenta aún más el extrañamiento y la alienación del tra-
bajo, con lo cual se amplían las formas modernas de la reifcación y se
distancia todavía más la subjetividad, en lo que nicolas tertulian –en
el sentido de lukács maduro– denominó, sugestivamente, el ejercicio
de una “subjetividad auténtica y autodeterminada” (tertulian, 1993).
por lo tanto, en lugar de la sustitución del trabajo por la ciencia o
aun de la sustitución de la producción de valores por la esfera comu-
nicacional, de la sustitución de la producción por la información, lo
que se puede ver en el mundo contemporáneo es una mayor interre-
lación, una mayor interpenetración entre las actividades productivas y
las improductivas, entre las actividades fabriles y de servicios, entre
las actividades laborales prácticas y las actividades de concepción,
que se expanden en el contexto de la reestructuración productiva del
capital. lo que remite al desarrollo de una concepción ampliada para
comprender la forma de ser del trabajo en el capitalismo contemporá-
neo, y no a su negación.
Es así como parecen equivocadas las tesis que postulan la preva-
lencia del trabajo inmaterial hoy (con la consecuente descalifcación
del valor). por nuestra parte, creemos, al contrario, que las formas del
trabajo inmaterial expresan las distintas modalidades del trabajo vivo
necesarias para el incremento contemporáneo del valor. En la fase la-
boral práctica, en que el saber científco y el saber práctico se mezclan
todavía más directamente, la potencia creadora del trabajo vivo asume
tanto la forma –aún dominante– del trabajo material como la modali-
dad tendencial del trabajo inmaterial (antunes, 2005a y 2005b).
Esta última no se convierte en desmedida, incluso porque no
siendo única, y ni siquiera dominante –aquí afora otro rasgo ex-
plosivamente eurocéntrico de tales tesis–, el trabajo inmaterial se
convierte en trabajo intelectual abstracto, que injerta crecientes coágu-
los de trabajo inmaterial en la lógica prevaleciente de la acumulación
material, de modo que la medida del valor sigue siendo dada por el
tiempo social medio de un trabajo cada vez más complejo, asimilán-
dose a la nueva fase de producción de valor en las nuevas formas de
tiempo (cada vez más virtual) y de espacio. por lo tanto, la creciente
imbricación entre trabajo material e inmaterial confgura no tanto
una desactualización de la ley del valor sino más bien una adición
fundamental para comprender los nuevos mecanismos de la teoría
del valor hoy, en un contexto en que este movimiento sigue la lógica
de la fnanciarización.
Ya citamos antes el ejemplo de Manpower, una transnacional que
terceriza fuerza de trabajo en el ámbito mundial. también vimos que
lo que para muchos resulta intangible es claramente contabilizado
por toyota. Finalmente, es preciso destacar que la inmaterialidad es
una tendencia, en tanto que la materialidad es todavía largamente pre-
valeciente, en especial si se mira al capitalismo a escala global, mun-
dializado, diseñado por la (nueva) división internacional del trabajo
en la que, vale recordar una vez más, dos tercios de las personas que
trabajan se encuentran en los países del sur.
la explosión china en la última década (para no hablar de la in-
dia), enraizada en una enorme fuerza de trabajo sobrante, en la incor-
poración de tecnología informacional y en la estructuración en red
de las transnacionales, articulado todo con un control socio-técnico
de los trabajadores, viene permitiendo una explotación desmesurada
de la fuerza de trabajo y, consecuentemente, una expansión monu-
mental del valor que invalida (empírica y teóricamente) la teoría de
la irrelevancia del trabajo vivo en la producción de valor. además, los
ejemplos de china e india evidencian la fragilidad de las tesis que de-
fenden la preeminencia de la inmaterialidad del trabajo como forma
de superación o inadecuación de la ley del valor.
Del trabajo intensifcado de Japón al trabajo contingente presente
en los Estados unidos, de los inmigrantes que llegan a un occidente
avanzado al submundo del trabajo en el polo asiático, de las maqui-
ladoras en México a los precarizados de toda Europa occidental, de
nike a los McDonald’s, de general Motors a Ford y toyota, de las tra-
bajadoras de los call centers a los trabajadores de Wall Mart, se pueden
constatar distintas modalidades de trabajo vivo, en la cúspide o en la
base, pero todas de algún modo necesarias para la expansión de las
nuevas formas de agregación del valor.El mundo del trabajo en América Latina
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Ricardo Antunes
Sociedad postindustrial o interpenetración
de los sectores en la era de la financiarización
Hemos visto que una reestructuración productiva global en práctica-
mente todo el universo industrial y de servicios –consecuencia de la
nueva división internacional del trabajo– exigió mutaciones tanto en
el plano de la organización socio-técnica de la producción y del con-
trol del trabajo como en los procesos de reterritorialización y deste-
rritorialización de la producción, entre otras muchas consecuencias.
todo eso en un período marcado por la mundialización y la fnan-
ciarización de los capitales, lo que torna obsoleto el intento de tratar
independientemente los tres sectores tradicionales de la economía
(industria, agricultura y servicios), dada la enorme interpenetración
entre esas actividades, como ejemplifcan la agroindustria, la industria
de servicios y los servicios industriales. cabe aquí señalar (incluso por
las consecuencias políticas que se derivan de tal idea) que reconocer
la interdependencia sectorial es muy diferente a hablar de sociedad
postindustrial, concepción cargada de signifcación política.
Las múltiples transversalidades del trabajo:
género, generación y etnia
El mundo del trabajo vive un aumento signifcativo del contingente
femenino, que llega a ser más del 40%, o incluso más del 50% de
la fuerza de trabajo en diferentes países avanzados, y que ha sido
absorbido por el capital preferentemente en el universo del trabajo
part-time, precarizado y desreglamentado. En el reino unido, por
ejemplo, el contingente femenino superó al masculino en la com-
posición de la fuerza de trabajo (en el año 1998). se sabe que esta
expansión del trabajo femenino tiene, sin embargo, un signo inverso
cuando se trata de la temática salarial y de los derechos, pues la des-
igualdad salarial de las mujeres respecto de los varones contradice
su creciente participación en el mercado del trabajo. su porcentual
de remuneración es mucho menor al obtenido por el trabajo mascu-
lino. Frecuentemente ocurre lo mismo en lo que hace a los derechos
y condiciones de trabajo.
En la división sexual del trabajo operada por el capital dentro del
espacio fabril, generalmente las actividades de concepción o las basa-
das en capital intensivo son llevadas a cabo por trabajadores hombres,
mientras que las dotadas de menor cualifcación, más elementales y
frecuentemente fundadas en trabajo intensivo, son destinadas a las
mujeres trabajadoras (y, muy habitualmente también, a los trabajado-
res/as inmigrantes y negros/as). Esto sin hablar del trabajo duplicado
en el mundo de la producción y la reproducción, ambos imprescindi-
bles para el capital (pollert, 1996).
con el enorme incremento del nuevo proletariado informal, del
subproletariado fabril y de servicios, nuevos puestos de trabajo son
tomados por los inmigrantes como los gastarbeiters en alemania, el
lavoro nero en italia, los chicanos en Estados unidos, los inmigrantes
del Este europeo (polacos, húngaros, rumanos, albaneses, entre otros)
en Europa occidental, los dekaseguis en Japón, los bolivianos en bra-
sil, los brasiguayos en paraguay, etcétera. Vale recordar que la explo-
sión de la periferia parisiense a fnes del 2005 mostró elocuentemente
las conexiones entre trabajo, no trabajo, precarización, inmigración,
generación, etcétera.
En lo que concierne al trabajo generacional, los jóvenes y los vie-
jos son excluidos del mercado del trabajo: los primeros acaban mu-
chas veces engrosando las flas de los desempleados y al llegar a la
edad de 35-40 años difícilmente tengan la posibilidad de acceder a un
nuevo empleo.
paralelamente, en las últimas décadas hubo una importante in-
clusión de los niños en el mercado del trabajo, particularmente en
los países de industrialización intermedia y subordinada, como en los
asiáticos y latinoamericanos, pero alcanza también a numerosos paí-
ses centrales. aunque esta tendencia muestra importantes síntomas
de declinación, es aún muy signifcativa (e incluso inconmensurable)
en países como china, india, brasil, por ejemplo.
De este modo, son ricos los clivajes y las transversalidades exis-
tentes hoy entre los trabajadores estables y precarios, hombres y mu-
jeres, jóvenes y viejos, nacionales e inmigrantes, blancos, negros, in-
dios, califcados y descalifcados, incluidos y excluidos, entre tantos
otros ejemplos que confguran lo que venimos denominando como la
nueva morfología del trabajo. lo que nos lleva a la tesis siguiente.
Diseñando la nueva morfología del trabajo
a diferencia de las tesis que abogan el fn del trabajo, creo que el desa-
fío que enfrentamos es comprender la nueva polisemia del trabajo, esa
nueva morfología cuyo elemento más visible es el diseño multifacético
que resulta de las fuertes transformaciones que atravesaron al mundo
del capital en las últimas décadas.
Nueva morfología que comprende desde el operario industrial y
rural clásicos, en relativo proceso de retracción (desigual, cuando se
comparan los casos del norte y los del sur), hasta los asalariados de
servicios, los nuevos contingentes de hombres y mujeres terceriza-
dos, subcontratados, temporarios, que se amplían. Nueva morfología,
en la que se puede ver, simultáneamente, la retracción del operario
industrial de base taylorista-fordista y, por otro lado, la ampliación de
las nuevas modalidades de trabajo que siguen la lógica de la fexibili-El mundo del trabajo en América Latina
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Ricardo Antunes
dad toyotizada, según ejemplifcan las trabajadoras de telemarketing
y call center, los motoqueros que mueren en las calles y avenidas, los
digitalizadores que trabajan (y se lesionan) en los bancos, los asala-
riados del fast food, los trabajadores jóvenes de los hipermercados,
etcétera. Estos contingentes son parte constitutiva de las fuerzas so-
ciales del trabajo que ursula Huws denominó como “cybertariat, el
nuevo proletariado de la era de la cibernética que vive un trabajo
(casi) virtual en un mundo (muy) real” (Huws, 2003), glosando el
sugestivo título de su libro que discurre sobre las nuevas confgura-
ciones del trabajo en la era digital, de la informática y de la telemá-
tica, nuevos trabajadores y trabajadoras que oscilan entre la enorme
heterogeneidad (de género, etnia, generación, espacio, nacionalidad,
califcación, etcétera) de su forma de ser y el impulso tendiente hacia
una fuerte homogeneización que resulta de la condición precarizada
de los distintos trabajos.
La desjerarquización de los organismos
de representación del trabajo
si el impulso a la fexibilización del trabajo es una exigencia de los
capitales a escala cada vez más global, las respuestas del mundo del
trabajo deben confgurarse de maneras crecientemente internaciona-
lizadas, mundializadas, articulando íntimamente las acciones nacio-
nales con sus nexos internacionales. si la era de la mundialización
del capital se realizó de modo aún más intenso en las últimas décadas
(chesnais, 1996a y 1996b), entramos también en la era de la mundiali-
zación de las luchas sociales, de las fuerzas del trabajo ampliadas por
las fuerzas del no trabajo expresadas en las masas de desempleados
que se expanden por el mundo (bernardo, 2004).
En la argentina, por ejemplo, hemos presenciado nuevas formas
de confrontación social, como la explosión del movimiento de tra-
bajadores desocupados; los piqueteros que cortan las rutas para fre-
nar la circulación de mercaderías (con sus claras repercusiones en la
producción) y para llamar la atención sobre el fagelo del desempleo;
además de la expansión de la lucha de los trabajadores en torno a
las empresas recuperadas, ocupadas durante el período más crítico de
la recesión argentina, en los inicios de 2001. recordemos, al respec-
to, que la suma de las empresas bajo el control-dirección-gestión de
los trabajadores ya alcanza las dos centenas. Fueron todas respuestas
decisivas frente al desempleo e indicaron nuevas formas de luchas
sociales del trabajo.
asimismo, los eventos ocurridos en Francia hacia fnes de 2005,
con las explosiones de los inmigrantes (con poco o sin trabajo directa-
mente) y la destrucción de millares de autos (el símbolo del siglo XX),
las majestuosas manifestaciones de los estudiantes y trabajadores en
lucha contra el contrato del primer Empleo a comienzos de 2006, son
también experimentos seminales, poblados de signifcados.
Esta nueva morfología del trabajo no podría dejar de afectar a los
organismos de representación de los trabajadores, de ahí la enorme
crisis de los partidos y sindicatos. Que muchos analistas de esta cri-
sis vieran un carácter terminal para los organismos de clase es otra
cuestión. aquí queremos solamente registrar que la nueva morfología
del trabajo signifca también un nuevo diseño de las formas de repre-
sentación de las fuerzas sociales y políticas del trabajo. si la industria
taylorista y fordista es más parte del pasado que del presente (al menos
tendencialmente), ¿cómo imaginar que un sindicalismo verticalizado
podría representar este nuevo y compuesto mundo del trabajo? (bihr,
1991). Y más aún: ¿qué es ser un “partido político distinto” –Marx– de
clase, hoy, cuando muchos siguen arraigados y prisioneros ya sea de la
vieja socialdemocracia que adhirió al neoliberalismo o del vanguardis-
mo típico del siglo XX?
una conclusión se impone, a guisa de hipótesis: hoy debemos re-
conocer (e incluso saludar) la desjerarquización de los organismos de
clase. la antigua máxima que indicaba que primero venían los parti-
dos, después los sindicatos y, por fn, los demás movimientos sociales,
ya no tiene respaldo en el mundo real ni en sus luchas sociales. lo
más importante, hoy, es el movimiento social, sindical o partidario,
que aprehende las raíces de nuestras marañas y engranajes sociales y
percibe aquellas cuestiones que son vitales. Y, para hacerlo, para ser
radical, es imprescindible conocer la nueva morfología del trabajo,
como así también los complejos engranajes del capital.
Un nuevo sistema de metabolismo social:
autodeterminación y tiempo disponible
la construcción de un nuevo sistema de metabolismo social (Més-
záros, 1995), de un nuevo modo de producción y de vida fundado en
la actividad autodeterminada, basado en el tiempo disponible (para
producir valores de uso socialmente necesarios), en la realización del
trabajo socialmente necesario y contra la producción heterodeterminada
(basada en el tiempo excedente para la producción exclusiva de valores
de cambio para el mercado y para la reproducción del capital) es un im-
perativo crucial de nuestros días.
Dos principios vitales se imponen entonces:
El sentido societal dominante será dirigido a la atención de las 1.
efectivas necesidades humanas y sociales vitales, sean ellas ma-
teriales o inmateriales.El mundo del trabajo en América Latina
42 43
Ricardo Antunes
El ejercicio del trabajo, desprovisto de sus distintas formas de ex- 2.
trañamiento y alienación, generadas por el capital, será sinónimo
de autoactividad, esto es, actividad libre basada en el tiempo dis-
ponible.
con la lógica del capital y su sistema de metabolismo societal, la pro-
ducción de valores de uso socialmente necesarios se subordinó al valor
de cambio de las mercancías; de este modo, las funciones productivas
básicas, como también el control de su proceso, fueron radicalmente
separadas entre aquellos que producen y aquellos que controlan. como
dice Marx, el capital operó la separación entre trabajadores y medios
de producción, entre el “caracol y su concha” (Marx, 1971: 411), con
lo cual se profundizó la separación entre la producción volcada hacia
la atención de las necesidades humano-sociales y las necesidades de
autorreproducción del capital.
Habiendo sido el primer modo de producción en crear una ló-
gica que no toma en cuenta prioritariamente las reales necesidades
sociales sino la necesidad de reproducir el capital de modo cada vez
más ampliado, se instauró un “modo de producción que se distancia
de las reales necesidades autoproductivas de la humanidad” (Més-
záros, 2002).
El otro principio societal imprescindible estará dado por la con-
versión del trabajo en actividad vital, libre, autoactividad, fundada en
el tiempo disponible. lo que signifca rechazar la disyunción dada por
el tiempo de trabajo necesario para la reproducción social y el tiempo
de trabajo excedente para la reproducción del capital. Este último debe
ser radicalmente eliminado.
El ejercicio del trabajo autónomo, eliminado el porcentaje de
tiempo excedente para la producción de mercancías, eliminado tam-
bién el tiempo de producción destructivo y superfuo (esferas estas
controladas por el capital), posibilitará el rescate verdadero del senti-
do estructurante del trabajo vivo, contra el sentido (des)estructurante
del trabajo abstracto para el capital (antunes, 2003 y 2005a). Esto por-
que, bajo el sistema de metabolismo social del capital, el trabajo que
estructura al capital desestructura al ser social.
De modo radicalmente contrario, en una nueva forma de sociabi-
lidad, plenamente emancipada, construida por los “individuos libre-
mente asociados o por la asociación libre de los trabajadores” (Marx),
el forecimiento del trabajo social que desestructura el capital a través
de la atención de las auténticas necesidades humano-sociales desestruc-
turará al capital. Dando un nuevo sentido tanto a la vida dentro del
trabajo como a la vida fuera del trabajo.
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