viernes, 14 de octubre de 2011

TERRORISMO DE ESTADO.Caracteristicas.

En este encuentro les proponemos trabajar y reflexionar sobre una pregunta específica, con la idea de acercarnos a alguna definición del concepto terrorismo de Estado.
¿Existen características específicas que definen al terrorismo de Estado? ¿Cuáles serían?
Los invitamos a ver el abordaje que hace Roberto Pittaluga en este video, para después trabajar sobre los conceptos vertidos.
Les proponemos mirar el video tratando de focalizar, y si es posible puntualizar por escrito, algunos conceptos que sistematiza Pittaluga, para caracterizar a la dictadura de 1976 como terrorismo de Estado.


El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas realizaron en la Argentina un nuevo golpe de Estado interrumpiendo el mandato constitucional de la entonces presidenta María Estela Martínez de Perón. El gobierno de facto, constituido como Junta Militar, estaba formado por los comandantes de las tres armas: el general Jorge Rafael Videla (Ejército), el almirante Emilio Eduardo Massera (Marina) y el brigadier Orlando Ramón Agosti (Aeronáutica).
A continuación, les proponemos la lectura del Comunicado Nº 1 de la Junta Militar que tomó el poder el 24 de marzo de 1976, erigiéndose como máxima autoridad del Estado, desplazando a la Presidenta electa Isabel Martínez de Perón y a todos sus funcionarios; y cerrando el Congreso Nacional.
Nos parece un material muy útil por el alto grado de explicitación de las medidas de gobierno que tomó la Junta; y que hemos sintetizado en estos puntos:
• instaló el Estado de sitio;
• consideró objetivos militares a todos los lugares de trabajo y producción;
• removió los poderes ejecutivos y legislativos, nacionales y provinciales;
• cesó en sus funciones a todas las autoridades federales y provinciales como así también a las municipales y las Cortes de Justicia nacionales y provinciales;
• declaró en comisión a todos los jueces;
• suspendió la actividad de los partidos políticos;
• intervino los sindicatos y las confederaciones obreras y empresarias;
• prohibió el derecho de huelga;
• anuló las convenciones colectivas de trabajo;
• instaló la pena de muerte para delitos de orden público;
• e impuso una férrea censura de prensa, entre otras tantas medidas.
Asimismo, para garantizar el ejercicio conjunto del poder, las tres armas se repartieron para cada una el 33% del control de las distintas jurisdicciones e instituciones estatales (gobernaciones de provincias, intendencias municipales, ministerios, canales de TV y radios). El país fue dividido en zonas, subzonas y áreas en coincidencia con los comandos de Cuerpo de Ejército, lo que implicó la organización y división de la responsabilidad en la tarea represiva sobre aquello que denominaron “el accionar subversivo”.
Tal como el mismo Pittaluga dice claramente, no era la primera vez que tras un golpe de Estado asumía una dictadura.
Hagamos el ejercicio de retroceder un poco en el tiempo y viajemos por el siglo XX. Entre 1930 y 1976 la Argentina sufrió cinco golpes de Estado. Además, la violencia política ejercida desde el Estado contra todo actor que fuera considerado una amenaza o desafiara el poder fue una característica recurrente en la historia argentina. Sin embargo, la expresión “terrorismo de Estado” sólo se utiliza para hacer referencia al último de los golpes.
Entonces nos preguntamos:
• ¿Por qué usamos la expresión “Terrorismo de Estado”? ¿Cuál es el origen de esa expresión?
• Y ¿qué es lo que permite afirmar que se trata de un acontecimiento novedoso en la larga historia de violencias políticas de la Argentina?
La noción de terrorismo de Estado tiene un origen temprano, la publicación del libro El Estado terrorista argentino de Eduardo Luis Duhalde , en 1984. Este material contribuyó a echar por tierra la noción que sostenía que lo que había sucedido en Argentina entre 1976-1983 era producto del enfrentamiento de “dos demonios” (la llamada “teoría de los dos demonios” que mencionamos en el encuentro 2).
La categoría de terrorismo de Estado nombra el plan sistemático de secuestros, detenciones, desapariciones y apropiaciones que se desplegó en ese período por parte de quienes se constituyeron en la autoridad máxima de ese Estado. Esto implica reconocer que el delito cometido por las fuerzas del Estado es de una índole especial.
Sostener desde entonces el uso del término "terrorismo de Estado" para describir la mecánica que implementó la última dictadura argentina, pone en el centro de la descripción el carácter excepcional que la distingue del resto de los regímenes militares ocurridos en Argentina hasta entonces.
A su vez, es una categoría que permite pensar que la experiencia de la dictadura afectó a todo el cuerpo social y no solamente a los implicados directos.
A esta altura de nuestra clase, les proponemos hacer eje en cinco características del Terrorismo de Estado, que ya mencionaba Roberto Pittaluga en el video.
1) Lo propio del terrorismo de Estado fue el uso de la violencia política para eliminar a los adversarios políticos y atemorizar a toda la población a través de diversos mecanismos represivos: cárcel, exilio, persecución, prohibiciones, censura, vigilancia. Y, fundamentalmente, la implementación de los Centros Clandestinos de Detención.
Durante la dictadura funcionaron en todo el territorio, aunque no al mismo tiempo, alrededor de 500 centros clandestinos de detención de diferente magnitud: cuarteles, comisarías, dependencias públicas y hasta escuelas.
Según explica la politóloga Pilar Calveiro en su libro Poder y desaparición se trató de una cruel “pedagogía” que tenía a toda la sociedad como destinataria de un único mensaje: el miedo, la parálisis y la ruptura del lazo social.
2) El terrorismo de Estado deshumanizó al “enemigo político”, le sustrajo su dignidad personal y lo identificó con alguna forma del mal. Una de las características fundamentales de la dictadura consistió en criminalizar al enemigo a niveles extremos, la figura del desaparecido supuso borrar por completo toda huella sobre la vida de esa persona y sobre la posibilidad de que transmitiera su legado que era caracterizado como “subversivo”. La sustracción de bebés también puede ser pensada como una consecuencia de esta forma extrema de negarle dignidad humana al enemigo político.
El término “desaparecido” (un término tristemente argentino) hace referencia a aquellas personas que fueron víctimas del dispositivo del terror estatal, que fueron secuestradas, torturadas y finalmente asesinadas por razones políticas y cuyos cuerpos nunca fueron entregados a sus deudos, y que aún hoy, en su gran mayoría permanecen desaparecidos.
La finalidad era la sustracción de la identidad de la víctima y como la identidad de una persona es lo que define su humanidad, se puede afirmar que la consecuencia que tuvo el terrorismo de Estado a través de los centros clandestinos de detención fue la sustracción de la identidad de los detenidos, es decir, de aquello que los definía como humanos.
El ejercicio sistemático del terror desplegó otro mecanismo siniestro: la apropiación de menores. Los responsables del terrorismo de Estado consideraban que para completar la desaparición de la forma ideológica que pretendían exterminar era necesario evitar que ésta se transmitiera a través del vínculo familiar. Por eso, se apropiaron de los hijos y las hijas de muchos de los desaparecidos. Como dicen las Abuelas de Plaza de Mayo en su página web, el objetivo era que los niños “no sintieran ni pensaran como sus padres, sino como sus enemigos”.
La cantidad de secuestros de jóvenes embarazadas y de niños y niñas, el funcionamiento de maternidades clandestinas, las declaraciones de testigos de los nacimientos y de los mismos militares demuestran que existía un plan preconcebido. Es decir: además del plan sistemático de desaparición de personas, existió un plan sistemático de sustracción de la identidad de los niños, tema que desarrollaremos más en profundidad en un próximo encuentro.
3) El terror se utilizó como instrumento de disciplinamiento social y político de manera constante, no de manera aislada o excepcional. La violencia, ejercida desde el Estado, se convirtió en práctica recurrente. Se trató, entonces, de una política de terror sistemático.
4) El terror sistemático se ejerció por fuera de todo marco legal (más allá de la ficción legal creada por la dictadura para justificar su accionar). Es decir, la violencia política ejercida contra quienes eran identificados como los enemigos del régimen operó de manera clandestina. A ese Estado se lo considerado “terrorista” porque perdió el atributo central de cualquier Estado moderno legal, que es el monopolio legítimo de la violencia.
5) El uso del terror durante la última dictadura tuvo otra característica definitoria: dispuso de los complejos y altamente sofisticados recursos del Estado moderno para ocasionar asesinatos masivos.
En estas cinco características podemos resumir algunos rasgos definitorios del terrorismo de Estado, un régimen que se inscribe en la historia de la Argentina y que, al mismo tiempo, resulta novedoso en relación con esa misma historia.
Por último, podemos decir que estas características se relacionan dialécticamente con uno de los objetivos estratégicos del golpe cívico-militar: modificar la estructura económica y social de la Argentina. Pero esto será tema de nuestro próximo encuentro.
Nos vemos.

1. Leer el texto “La voz de los responsables”, que incluye comunicados de la Junta Militar y frases textuales de diferentes actores claves del terrorismo de Estado, y seleccionar diferentes frases que sirvan para ejemplificar cada una de las cinco características del terrorismo de Estado explicadas en la clase. Postearlas en el foro
2. Proponemos leer los prólogos del libro Nunca Más, el de 1984 y el modificado en el 2006, y escribir un breve texto comparándolos teniendo en cuenta cómo caracteriza cada uno: la dictadura; el comportamiento de los distintos sectores de la sociedad; las organizaciones armadas. Sugerimos también comparar cómo aparece en cada uno la llamada "teoría de los dos demonios". Pedimos que por favor envíen esta breve comparación por mail.


- Pensar la dictadura: terrorismo de Estado en Argentina. Preguntas, respuestas y propuestas para su enseñanza, Ministerio de Educación de la Nación, Equipo Educación y memoria, Buenos Aires, 2010. Fuente I. “La voz de los responsables”, página 36. Fuente VIII. ¿Qué recuerda del 24 de marzo de 1976? (página 48)

GOLPE 1976. Situacion previa.

En primera persona




Bienvenidos a nuestro tercer encuentro, donde vamos a trabajar en torno a una pregunta: ¿Cuál era el clima político y cultural previo al 24 de marzo de 1976?
Para ir entrando en tema, los invitamos a ver la entrevista de la semana:

Las palabras de Emilce Moler nos ayudan a aproximarnos al clima político previo al golpe militar de 1976, desde un registro testimonial. Es decir, desde la memoria.
¿Y qué quiere decir “desde la memoria”? Que se trata de un relato que no aspira a recuperar procesos totales –como sí pretende el relato histórico- sino que es fragmentario y está marcado por matices que dejan en evidencia la subjetividad y los sentidos en pugna que caracterizan al pasado reciente y la memoria.
Emilce Moler, sobreviviente de La noche de los lápices, construye sentido sobre el pasado a través de la narración de su propia experiencia; y lo hace con términos muy significativos: militancia política, solidaridad, compañeros, UES, violencia...
Muchas de esos términos ayudan a construir la imagen de una época que, según la politóloga Pilar Calveiro, tuvo en el centro una palabra clave: “revolución”.
En los setenta, la idea de la “revolución” era parte nodal de la propuesta de la mayor parte de los grupos políticos. “Hacer la revolución” era “tomar” el aparato del Estado para construir un proyecto político nuevo que, según las distintas vertientes podía caracterizarse como nacionalista, antiimperialista, anticapitalista, socialista, etc. Moler, por ejemplo, afirma: “Yo quería el socialismo nacional”.
Los proyectos políticos de los años sesenta y setenta prometían transformar las relaciones de poder, tanto en el espacio público (por ejemplo, las relaciones entre trabajadores y capitalistas) como en el privado (por ejemplo, las relaciones de pareja). En palabras de la época: se pretendía crear “un hombre nuevo”, tomando como ideal a la figura del Che Guevara, quien después de la experiencia de la revolución cubana iniciada en 1959 se había transformado en una referencia ineludible.

A esta altura de la clase nos parece importante compartir con ustedes cierta información histórica que consideramos indispensable para situar el testimonio de Moler y otras memorias de la época, tanto a nivel internacional como en particular, en América Latina y en nuestro país.
El contexto mundial
Terminada la Segunda Guerra Mundial, el mundo occidental estuvo atravesado por la Guerra Fría. Es decir, por el conflicto Este-Oeste, que implicaba la lucha entre dos modelos políticos: el socialista, referenciado en la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), y el capitalista, centralizado por Estados Unidos. Ambos modelos se pensaban mutuamente como enemigos antagónicos más que como adversarios políticos, o sea que consideraban que no podían convivir sino que debían luchar por la eliminación del otro.
La expresión latinoamericana de la Guerra Fría consistió en la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional, la estrategia represiva elaborada por Estados Unidos para evitar que se expandiera el socialismo en la región, y para lo cual postulaba que la “guerra interna” era la respuesta necesaria ante la “invasión comunista”. Es decir que legitimaba la aplicación, como parte de una política de Estado, de una metodología represiva (asesinato, tortura, cárcel y desaparición) contra aquellas personas y organizaciones que estuvieran comprometidas en proyectos políticos alternativos, que podían implicar o no la lucha armada, pero cuyo espíritu esencial era la lucha por las reivindicaciones sociales.
En este marco, y en la medida en que América Latina, con excepción de la Cuba socialista, “pertenecía” al occidente capitalista, se implementó el Plan Cóndor, una operación de represión organizada a mediados de los años setenta por los Servicios de Inteligencia de varios países latinoamericanos, entre ellos Argentina, Chile, Brasil, Paraguay y Uruguay, con el objeitvo de la aniquilación de los “enemigos políticos”.
Pueden desgargar la versión completa o las dos páginas de este tema puntual.
¿Cómo se fue construyendo la voluntad de “hacer la revolución”? ¿Cuándo y cómo crece el espíritu transformador?
Podemos decir que a partir del año 1955 –momento en el que la autodenominada Revolución Libertadora bombardea la Plaza de Mayo en su afán de combatir al peronismo- se produce una progresiva politización de amplios grupos de la sociedad que hasta ese entonces se habían mantenido al margen. Una de las características de esta politización general fue el crecimiento de la radicalización de la violencia política.
Pero… ¿qué condiciones se dieron en aquellos años que dio lugar a este crecimiento de la violencia política?
En primer lugar hay que marcar la pretensión de erradicar al peronismo, de desperonizar la sociedad y la economía. Esto fue llevado a cabo a través de sucesivos golpes de Estado, y de la proscripción durante dieciocho años del partido mayoritario: el peronismo. Lo que generó un progresivo descrédito y una pérdida de legitimidad de la democracia. Se agudizó el enfrentamiento social y los conflictos comenzaron a desarrollarse por fuera de los canales institucionales de la democracia, lo que algunos autores definieron como “desinstitucionalización de los conflictos sociales”.
Aquí les presentamos una línea de tiempo que recorre esos años, en donde están marcados los cuatro golpes de Estado que se dieron en este período, y las únicas elecciones que se dieron de manera libre, es decir, sin proscripciones, las del año 1973:


Golpes de Estado on Dipity.



Tres fotos
La escritora Susan Sontag dice que lo que no se puede narrar, no se puede entender. Por eso, en su libro Ante el dolor de los demás, convoca a que en este momento de la cultura, tan marcado por la imagen, no releguemos el espacio de la narración. Miramos, miramos y miramos; pero: ¿qué podemos decir acerca de eso que miramos? ¿Quién está legitimado para escribir las narraciones de las imágenes de nuestra cultura?
Los invitamos a mirar tres fotos, que nos permitirán ahondar en el clima de época que fuimos describiendo, y a pensar acerca de las siguientes preguntas:
• El Cordobazo, ciudad de Córdoba, mayo de 1969.

• La asunción del presidente Héctor Cámpora, Plaza de Mayo, 25 de mayo de 1973.

• Una marcha de trabajadores de oposición al plan económico conocido como el “Rodrigazo”, Córdoba, junio de 1975.



¿Qué ven allí? ¿Habían visto estas imágenes alguna vez? ¿Con qué otras imágenes las relacionan?

¿Qué información previa consideran necesaria para comprender lo que la imagen muestra? ¿Cuáles de los rasgos que vimos hasta ahora sobre la época aparecen en estas imágenes?

¿Quiénes son los que están en cada una de las imágenes, cómo los nombrarían?

¿Qué diferencias ven entre las tres fotos, en la forma de participación política que cada una muestra?

Elegimos estas tres imágenes porque nos parecieron útiles para ahondar en los rasgos de la época y que a la vez nos ayudan a comprender las condiciones del golpe del 24 de marzo de 1976.
En las tres hay una fuerte presencia de colectivos sociales en la escena pública y en las tres, todos los actores, aunque de diferente modo, están disputando el poder.
La primera de las fotos fue tomada durante el Cordobazo, el alzamiento popular ocurrido durante el gobierno de facto de Onganía en la ciudad de Córdoba. La elegimos como ilustrativa de los distintas extracciones de los movimientos de oposición al gobierno militar: sindical, estudiantil, cultural y religiosa, entre otras. Todos ellos desembocaron en grandes movilizaciones de protesta, siendo el Cordobazo su máxima expresión, aunque no la única. Entre las formas de lucha que se desplegaron en aquel período también hay que destacar que emergieron grupos que optaban por la lucha armada
La imagen permite visualizar el enfrentamiento entre la movilización social y las fuerzas policiales durante un gobierno de facto. Lo hacían al grito de “obreros y estudiantes, unidos y adelante”.
La segunda de las fotos habla de otra forma de participación política y de otro contexto. Para poder entender quiénes están allí, veamos algunos datos de la época:

o la negativa de Juan Domingo Perón, desde el exilio, a negociar un acuerdo político con los militares;
o la creciente movilización de los sectores populares;
o el accionar de los grupos guerrilleros.
Es esta combinación de elementos lo que precipitó la convocatoria a elecciones nacionales, ahora con la participación del peronismo.
Después de casi dos décadas de proscripción signadas por el fracaso de los sucesivos intentos de extirpar al movimiento, el peronismo volvía a presentarse a elecciones, de las cuales salió rotundamente victorioso a través del delegado de Perón, Héctor Cámpora.
En la imagen se puede ver al presidente electo Héctor Cámpora en el balcón de la Casa Rosada, junto con el pueblo que festeja y ha copado la Casa Rosada. La foto nos impulsa a pensar que el presidente electo no es el protagonista, sino que el protagonismo lo tienen las banderas y los movimientos políticos y sociales. Las consignas que referían a la “patria socialista” y a “liberación o dependencia” expresaban el deseo de muchos militantes de un cambio revolucionario.
La tercera de las fotos nos muestra una gran columna de obreros marchando para mostrar su repudio al plan económico del ministro de Economía de Isabel Perón, Celestino Rodrigo.
Después de haber visto en la imagen anterior a los movimientos sociales con una enorme efervescencia política, ¿cómo llegamos a esta nueva imagen, donde la militancia aparece sin banderas ni marcas partidarias ni consignas?
Hay que decir que el gobierno de Héctor Cámpora duró muy poco, porque su paso por el gobierno fue el mecanismo para que Juan Domingo Perón pudiera volver a ser el presidente. Así, pasados pocos meses, volvieron a convocar a elecciones y el 12 de octubre de 1973 la fórmula Juan Perón-Isabel Perón asumió la conducción del país con el 62 % de los sufragios, frente al 21% de la fórmula radical Ricardo Balbín-Fernando de la Rúa.
A partir de la asunción de Juan Domingo Perón, los conflictos internos se fueron acentuando, situación que se agravó después de su muerte, el 1º de julio de 1974. Isabel asumió la presidencia, que antes de los dos años en el gobierno, en marzo de 1976, sería interrumpida. Durante su gobierno lanzó un plan de fuerte ajuste que afectaba a las principales variables de la economía nacional, dando marcha atrás con lo que habían sido hasta ese entonces los pilares de la economía del peronismo, que habían tenido como objetivo que la participación de los trabajadores en la renta nacional llegara al 50%. Muy por el contrario, el programa creado por el Ministro de Economía, Celestino Rodrigo, provocó una fuerte redistribución del ingreso a favor de los sectores más poderosos de la economía. El plan de junio de 1975 conocido como el “Rodrigazo” fue duramente rechazado por el movimiento obrero con paros y movilizaciones, por lo cual algunas de sus medidas debieron revertirse.
Por otro lado, el gobierno de Isabel Martínez le otorgó a las FFAA un papel cada vez más importante en la lucha contra los movimientos contestatarios y acentuó aspectos represivos en el accionar de otras fuerzas de seguridad en la búsqueda del “control social”, ya que el reclamo de orden era cada vez más fuerte entre algunos sectores sociales, especialmente entre aquellos que habían sido favorecidos por la nueva redistribución regresiva del ingreso.
Todo este clima social, probablemente algo confuso para los sectores sociales –mayoritariamente de las clases medias- que no participaban directamente en ninguno de los sectores más organizados política o sindicalmente, y reflejados en algunas de las “fotos” analizadas, era “traducido”, “mostrado” por los grandes medios periodísticos, con un discurso que iba a generar las condiciones óptimas de posibilidad para que el 24 de marzo de 1976 los militares asumieran el poder.
En síntesis:
En los años previos al golpe militar del 24 de marzo de 1976, la sociedad argentina, en el marco mundial de la Guerra Fría y al igual que otros países de América Latina, vivió un proceso de politización profundo que impugnaba a los distintos gobiernos que se sucedieron desde el año 1955. Estos proyectos, más allá de sus diferencias importantes, se distinguían por una percepción generalizada de estar viviendo un cambio tajante e inminente en todos los órdenes de la vida que favorecería a los sectores sociales históricamente postergados.


Les proponemos leer el capítulo del libro Pensar la dictadura y el texto de Pilar Calveiro que proponemos en la Bibliografía obligatoria, y volver sobre las tres fotos que muestran la participación popular. ¿Qué preguntas les harían a los protagonistas de esas imágenes? Compartámoslas en el Foro.


• Calveiro, Pilar; Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años ‘70, Ed. Norma, Buenos Aires, 2005, capítulo 1.